jueves, 22 de julio de 2010

Este medio es un medio más íntimo. Lo creé en un arranque, en un momento de mi vida en el que todo parecía más difícil de lo que luego ha sido, más que nada como deshago.. y casi casi como experimento.. ¿sería yo capaz de llevar un diario, aunque sea virtual?.. Bueno, el tiempo ha pasado y se ha demostrado que no, no soy capaz, igual que cuando era pequeña, que lo intentaba de vez en cuando porque me seducía la idea de leerlo en el futuro. Todavía lo hace de algún modo, pero se ve que mi presente no está por la labor de morder un anzuelo tan lejano..

El caso es que mi llenadora de huecos favorita lo encontró, (y a mí me hizo una ilusión indescriptible) y de mano de ella también me encontró Paco..

Y es para tí, Paco, para quien va esta entrada de hoy, en este rincón más íntimo como digo, en el que es fácil imaginarnos en un tú a tú cercano.. Me lo imagino así, a ver qué te parece. En un porche, o en un patio, rodeados de naturaleza, a la que tú brindas tantos y tan buenos homenajes, con brisa suave, una copa de vino para mí, tú sírvete lo que quieras, una paleta de colores en el cielo, y el verde de las briznas de hierba en la tierra, que sé que para tí son tan importantes como para mí (guiño-guiño)

Me gustaría poder darte las gracias por el entusiasmo y la energía con el que has iniciado esta revolución fotologuera, con la única intención de ayudar a Charlie. Dice mucho, no sólo de tu generosidad como persona, sino de tu actitud ante la vida, luchador, revolucionario que te dice Cordelia, de ésas personas que hacen de los propósitos acciones cuando piensan que de verdad merecen la pena.. :)

Es una alegría y un orgullo para mí haberte conocido, y aunque yo soy un desastre, internauticamente hablando, mis ventanitas están a tu disposición, no sólo las virtuales, las otras, las del 3D también, quería que lo supieras..

Gracias de nuevo Paco, vamos a terminarnos ese vino o lo que sea menester (¿cerveza por ejemplo??..jajajaja..), disfrutando simplemente de estar vivos, no, mejor, VIVOS, en mayúsculas, y de todas las posibilidades que el cariño y la imaginación nos ofrezcan.. ¡vamos a escuchar cantar juntos a las cigarras!.. :)

Hoy en especial, y siempre:

Besicos!

:) :)

viernes, 18 de junio de 2010

La verdad es que estos yankis son educados. Me rechazan con mucha mano izquierda. Todos coinciden en que soy muy inteligente (obvio según el último mail) y activa, dos grandes cualidades para cuidar niños. Una de ellas me llegó a decir que soy una persona especial, y que no dudaba de que alguien se daría cuenta. No es suficiente, por lo que parece, porque eso no sirvió para conseguir el trabajo.

También parece que se les hace raro que una chica como yo ( y me pregunto.. como yo ¿cómo? ¿qué pasa?) esté buscando trabajo como nanny "¿no te aburres?", me llego a preguntar una de ellas. No señora, no me aburro. De hecho, me gusta. ¿Tan sorprendente es?.. siempre he trabajado rodeada de niños (o casi siempre) y aunque he llegado a la conclusión de que no puedo lidiar con muchos de golpe, no lo disfruto, compartir de uno en uno, o en grupos muy reducidos, me encanta. Me gusta participar en su educación, ayudarles a crecer en curiosidad e imaginación en la medida de lo posible. Es un trabajo gratificante, aunque las propias madres no lo crean, y aunque tiene momentos de todo (¿que trabajo no los tiene?) en general el balance siempre es positivo.

Y valgo para ello, lo sé. Pero no es suficiente. No sé qué estoy haciendo mal, (¿o es quizá demasiado bien?..)... cómo puedo mejorar para conseguir algo más que piropos que, por muy halagadores que sean, no me van a ayudar a fin de mes..

Me siento tan jodidamente inútil que hasta me da miedo.. ¡que gran potencial tiene esta chica!, ¡que inteligente y creativa!... si, si... lo que ustedes quieran, pero ni en el Mcdonals me quieren aquí en yankilandia, la tierra de las oportunidades...

Tengo la autoestima herida, y la confianza en mi misma en paro.

Y todo ese potencial que la gente me ve, a la hora de la verdad, no me sirve para NADA..

Como house-wife no tengo precio, eso sí.. (manda güevos, que diría aquel..!)

Ea, me voy a limpiar las ventanas, que no se diga, y a sacudirme esta sensación de encima en movimiento, que hay penas sin nombre que de nada sirve llorarlas, y la verticalidad y los ojos bien abiertos es lo único que puede disiparlas..

http://www.youtube.com/watch?v=WkYFEMFt-dg

domingo, 14 de marzo de 2010

¡Que vueltas da la vida, querida Caperuza!, me hace gracia este nuevo mote que te has autoimpuesto, “ya no soy más caperucita” me decías en tu carta, y yo te entiendo amiga, vaya que sí, yo hace mucho tiempo ya que dejé de ser la bella durmiente para convertirme en este adefesio relleno de botox, que ni aún así puede disimular las ojeras de sus noches de insomnio…
¡Quién nos lo iba a decir a nosotras!, heroínas de cuento, admiradas y envidiadas, enarbolando orgullosas la bandera del final feliz, cuando en realidad nuestra vida no había hecho más que empezar… a mi príncipe azul le daban alergia las perdices ¿sabes?, y por lo que me cuentas en tu carta, a ti con el paso de los años no ha habido lobo ni leñador con los huevos suficientes de meterse en tu cama…
¿Sabes qué es lo peor?, que yo me lo creía. Me lo creía de verdad. Pasé casi toda mi adolescencia dormida soñando con el príncipe azul que vendría a rescatarme. Todos me habían dicho que ése era mi destino, y que merecían la pena las llagas, pues en todo el tiempo que pasé acostada nadie se molestó nunca en cambiarme de postura… es lo que tiene estar en lo más alto de la más alta torre… Y yo soñaba Caperuza, como niña que era soñaba, e imaginaba el día en el que Él vendría, y me sacaría de esa inactividad forzosa con un beso, y entonces se cumplirían todos mis deseos, y seríamos felices y hermosos para siempre…
Felices creo que nunca lo hemos sido. Al principio tal vez, sí, hay que ser justos, al principio un poco. Pero pasó rápido, como todo, como el tiempo, que vuela con los ojos abiertos, si lo sabré yo, que hace tiempo que me cuesta la vida cerrarlos… ¡con lo que yo he sido Caperuza!... Te juro que luché, con todas las armas de las que disponía, que no eran muchas. Cuando te han mentido desde siempre diciéndote que el ansiado príncipe te salvará la vida, no dedicas mucho tiempo a buscar las armas para apañártelas tú por tu cuenta si al final todo falla… Me habré operado… ufff...!, qué sé yo las veces. Todo; labios, pómulos, orejas, nariz, bolsas y ojeras. Me puse tetas, me levanté el culo, me afine la cintura, me borré la celulitis, y cada vez que el tiempo pretendía darle expresión a mi rostro, de una inyección o dos le quitaba las ganas, que no el empeño.
¿Y total para qué?, para descubrir un día que al príncipe azul le tira más lo verde que tú, y si lo verde además mide metro ochenta, tiene cuerpo de dios griego, se llama Anselmo y es jardinero, ya ni te cuento…
Yo pensaba, tonta de mí, que ser bella me salvaría. Que ésa era mi misión en la vida, porque yo era la Bella Durmiente, nada más y nada menos, y si quería ya no conservar, sino conseguir toda la felicidad que se me debía, tenía que ser consecuente con mi nombre. Yo creía que toda la culpa era mía, porque el tiempo pasaba y yo me marchitaba de a poquito, y daba igual el hambre que pasara, el ejercicio que hiciera, el haber renunciado a tener hijos porque los partos estropean la figura cosa mala, todo eso daba igual, porque mi hada madrina se dio de baja por depresión hace ya mucho tiempo, y la magia del bisturí no era suficiente para detener el tiempo.
Ahora ya sé que ése no era el problema. Yo me marchitaba de desamor Caperuza, sí, por muy tonto que suene, de falta de deseo, porque ¿sabes qué?, desde aquella lejana vez en lo más alto de la más alta torre, nunca nadie más me ha vuelto a despertar con un beso…
¡Cómo ha cambiado el cuento Caperuza querida!... cómo nos ha engañado la vida… ¿Y ahora qué?, ¿qué puede hacer una heroína de cuento que ya ha pasado los cincuenta para volver a ser real?, si yo, como tú, también me siento invisible, llevo años sintiéndome así, y aunque al espejo puedo engañarlo no hay forma de cambiar el DNI, y ahí está, en letras pequeñas que parecen de neón, tu fecha de nacimiento, gritándole a la cara al mundo la verdad que una, con tanto esfuerzo, se empeñaba en ocultar.
Cincuenta ya Caperuza, largos además. Bueno, no tan largos, apenas unos hilillos de tiempo, tampoco hay que exagerar. Y aquí me tienes amiga, más sola que la una, sin problemas de dinero eso sí, que al menos el palomo cojo de mi príncipe azul me pasa una pensión en condiciones, pero sola, sola, sola, más sola que nunca, con unas tetas que me llegan a la garganta y sola, con un culo pinturero, una cintura de avispa… o de avispón, pero aún fina, y sola, sola, sola… ¡que asco de soledad Caperuza!, que terrible tener que vivir siempre con la única compañía de una misma, cuando una misma ni siquiera se soporta, que te miras al espejo y no te reconoces en esa careta rubia de labios rojos que ni sonreír puede, no sé si por las inyecciones o por lo extraño del gesto…
¿Por qué no te vienes a vivir conmigo amiga?... acabo de tener esta idea loca ahora mismo, loca pero maravillosa ¿no crees?... Tú me dices que también estás sola, en esa casa en mitad del bosque que perteneció a tu abuela, y que ha sido la única que aún no han expropiado, pero lo harán, tratarán de hacerlo, y tú sabes que es sólo cuestión de tiempo. Me dices que no hay nieta ni nieto que vengan a verte y a traerte pasteles cuando te pones enferma, y que te curas la fiebre a golpe de orujo, eso decías ¿no?, a golpe de orujo, y que tenías dos camisones, uno de tu talla y otro más grande, por si acaso llega el día en que algún lobo despistado quiera tomar un atajo hasta tu cama.
Te has partido el lomo Caperuza tratando de sacar adelante la empresa familiar que ya era una ruina cuando llegó a tus manos, sin permitirte un descanso, un respiro, porque sentías que se lo debías a esa madre que, cuando eras niña, te mandó sola a través del bosque, con una cesta con pasteles como única defensa. Tus amigos decían que debías culparla, que ninguna madre en condiciones manda a su hija pequeña a un bosque con lobos, ella sola, que disparate, te decían, y que hay que ver, que poquita vergüenza. Pero tú siempre la exculpabas, hasta yo me acuerdo de eso. Decías que ella no sabía, que en realidad fue culpa tuya por alejarte del camino, que nunca debiste escuchar a ese lobo, ¿no era ésa al fin y al cabo la moraleja de tu historia, “no hay que hablar con extraños”?... y bien que la aprendiste querida, que en todos estos años no has sido capaz de mirar a un hombre de frente, dejar por un momento de lado el trabajo y apostar por ti, y salir ahí fuera a besar y que te besen… me decías que todos los hombres te parecían lejanos, te daban miedo. Eran extraños y tú no podías acercarte. Cuando lo intentabas les veías enseguida las fauces, el filo del hacha o las intenciones, y es que todos los hombres son unos brutos, que ya te lo decía tu madre, unos brutos, y no merece la pena pero para nada alejarse del sendero… Y sin embargo, mírate ahora Caperuza, a punto de cumplir cincuenta, con una copa de orujo en una mano y un camisón talla XL en la otra, dejando atrás toda una vida de trabajo que no ha servido de nada, porque la empresa fue absorbida por otra más grande, más fuerte, más competente, y mucho menos familiar, y tú te quedaste en la calle, sola caperuza, sola como yo, más sola que la una…
Y yo sé, porque soy tu amiga, porque ya entonces lo era, que tú no culpabas a tu madre no porque creyeras en todas esas torpes excusas que dabas a los demás, no. Si no la culpabas era porque, gracias a que aquella tarde te mandó al bosque sola con tu cestita y tu caperuza roja, tú llegaste a convertirte en una heroína de cuento. Por eso, y nada más que por eso. Y en aquella época todavía creíamos que merecía la pena, tentadas como estábamos con el tan ansiado final feliz.
¡Hay que joderse cómo nos ha engañado la vida coño!... ay, Caperuza, si pudieras verme… me río yo sola… cada vez que suelto un taco doy un respingo, sí, sí, como te lo cuento, pero no veas, ¡que doy unos saltos que casi llego hasta el techo!, jajajajaja, me río yo sola sólo con escribirlo… y es que ya sabes, una, que es una princesa y así ha sido educada, de cuento para más INRI, y las princesitas de cuento no dicen tacos, pues solo faltaría, que desfachatez, y no se despeinan, no se tiran pedos, al menos en público, y por supuesto, pero por supuestísimo, ¡no sudan!... que vulgaridad, sudar, ¡y que desagradable!, y no gimen, no se descomponen, no gritan, no arañan, no muerden… en fin, que las princesas de cuento no follan Caperuza, ahí se resume todo. Y el príncipe azul seguía las reglas al pie de la letra, te lo puedo asegurar. Vestidos, joyas, sombreros, coches no, pero chóferes sí, y besitos de pajarito en la comisura de los labios, ¡que no le falte de nada a mi princesa!... y él claro, era un príncipe, y ellos tampoco se descomponen, bueno, son más intrépidos, ya se sabe, tienen que cabalgar en su corcel y subir hasta lo más alto de la más alta torre para despertar a su princesa, pero una vez cumplido el trámite ya está. A partir de ese momento suben en ascensor a cualquier sitio, y el corcel cabalga junto a otros cuatrocientos noventa y nueve debajo del capó del cochazo de turno.
Así que nada Caperuza, dejamos las más bajas pasiones para la plebe, y seguimos alimentándonos de besos-alpiste para los restos, que es lo que toca. O eso pensaba yo, y aunque me escocía por dentro, me dolía de una forma que no sabía definir, ni entender siquiera, yo me conformaba, porque pensaba que tenía que ser así, y ponía más empeño que nunca en seguir siendo bella para cumplir con la mitad de mi papel, porque el sueño, desde aquel primer beso, siempre lo he tenido ligero. Mi príncipe azul decía que estaba bien, y yo le creía, no tenía más remedio que creerlo. Lo había esperado toda mi vida, ¿entiendes?, no quería ni podía permitirme el lujo de pensar que todo el sacrificio hubiese sido en vano, que el motor de mi vida era una mentira, porque entonces, ¿dónde quedaría yo?, pensaba, ¿dónde?. Así que me aferraba a sus palabras como a un clavo ardiendo, y trataba de mitigar el fuego que sentía por dentro con pastillas para el insomnio, que hay que ver que irónica puede llegar a ser la puñetera vida.
Hasta aquel fatídico día en el que se me antojaron tomates. Ya ves tú, que forma más tonta de poner mi vida patas arriba. Pero se me antojaron, y ya sabes que, otra característica de las princesas de cuento, es que para estos detalles triviales solemos ser muy caprichosas. No luchamos por nuestra independencia, por dictar el ritmo de nuestro propio destino en lugar de dejar que lo hagan otros, ni siquiera luchamos por nuestras más bajas o altas pasiones. Nos dejamos llevar en los temas más importantes de nuestra vida sin un reproche, sin ni siquiera pensar en ello, pero eso sí amiga, ¡que no nos falten los tomates si en ese momento los deseamos!... porque arde Troya, te lo digo yo. Es nuestro único resquicio de libertad, y nos aferramos a él con uñas y dientes. Si queremos tomates, los tendremos, aquí y ahora, y no hay discusión posible, pues no faltaba más.
Así que ahí me tenías Caperuza, hazte a la idea, dirigiéndome con paso firme en busca de Anselmo el jardinero, para exigirle amablemente, o a voz en grito si hiciera falta, mis deseados tomates.
Y el tomate me lo encontré yo amiga, me lo estamparon en la cara, de frente y sin avisar. Ahí estaba mi príncipe azul, enredado entre los brazos y las piernas de Anselmo, y te puedo asegurar que no había nada de principesco en él. Estaba rojo de pasión, y sudaba, ¡cómo sudaba!.. gemía, lamía, arañaba, mordía, parecía que dos manos y una boca no le alcanzaban, se retorcía de placer bajo las caricias expertas de Anselmo, y ahí estaba yo, paralizada en el marco de la puerta sin ser vista, tan entregados estaban los dos amantes que ni siquiera me vieron.
Se me cayó el mundo encima, pero ni siquiera grité, ¿te lo puedes creer?, porque una princesa de cuento no grita, ya lo sabes, a lo sumo suspira, y en ese momento se me iba el alma en suspiros amiga, y en las ganas de saltarme las normas, romper con toda una vida de esclavitud, y gritar, chillar como una loca, escupir palabras sucias, las más sucias que pudiese imaginar, patalear, romper la puerta a puñetazos, tirarme de los pelos, rasgarme el vestido y, desnuda, lanzarme en los brazos de esos hombres que estaban tan vivos, más vivos de lo que yo nunca imaginé que podría estar un ser humano. Yo también quería que me lamieran, me mordiesen, me hiciesen gemir, retorcerme con esa expresión en la cara nueva para mí, mitad placer, mitad agonía. Yo no sentía celos amiga, lo que yo tenía era envidia. Envidia de su libertad, de la fuerza de su pasión, de su belleza. Sí, ya ves Caperuza, porque en toda esa maraña de brazos y piernas, cuerpos sudorosos y babas colgando, habitaba la belleza más pura, la que yo siempre había buscado de anestesia en anestesia. ¡Que equivocada estaba amiga mía!, ese tipo de belleza, brutal, salvaje y única, no vas a encontrarla en la sala de operaciones de ninguna clínica, por muy cara y prestigiosa que ésta sea. En mi caso se encontraba en la caseta del jardinero, ya ves, y estaba destinada al príncipe azul y no a mí, porque yo era una princesa de cuento, y nosotras no sudamos, no gritamos, no tenemos orgasmos… ¡que maldito hijo de puta!, y lo digo, que lo digo, lo grito, ¡QUE MALDITO HIJO DE PUTA!, y esta vez me aferro a la mesa y no salto Caperuza, a la mierda las convenciones, a la mierda las normas, a la mierda el puto protocolo. Me habían mentido, toda mi vida era una puta mentira, y ese cabronazo se fue de mi vida como había entrado, con un beso, después de arrancarme la promesa de que no le contaría nada a nadie por, ya sabes, el que dirán. Y yo acepté, acepté callarme y continuar mi vida como si nada hubiese pasado, y no lo hice por él, no que va, lo hice por mí amiga, porque me moría de vergüenza, porque estaba tan acostumbrada a vivir en una mentira que ya no podía imaginarme que pudiese existir vida fuera de ella.
Y ahora recibo tu carta, y no imaginas el bien que me ha hecho. Darme cuenta de que no soy invisible, de que tú me ves, de que estás ahí y sientes lo mismo que yo, como si te hubieran robado el protagonismo de tu vida en pos de un final feliz que no tiene nada que ver contigo.
Y te escribo, y me desahogo un poco con cada frase, y hasta me he reído, ¿te acuerdas?, unos párrafos atrás me he reído, y se me había olvidado lo bien que sienta. Y también he llorado, tendrías que verme ahora, con el rimel corrido por la cara, que parezco cualquier cosa. Pero me gusta ¿sabes?, me gusta esa cara que me devuelve el espejo, desencajada, que ha sido capaz de pasar de la risa al llanto en tan poco tiempo. Me gusta sentirme viva Caperuza, y enfadarme con el mundo entero, porque tengo derecho a hacerlo, y reírme del mundo entero también si me da la gana, porque puedo, porque soy una mujer libre, invisible, de acuerdo, pero libre, y ése creo que es, querida amiga, el primer paso para retomar el curso de nuestras historias. Sin cuentos esta vez, ¿qué te parece?.
¿Qué me dices?, ¿te vienes a vivir conmigo?. Hagámoslo, vivamos juntas ¿quieres?, vamos a ayudarnos Caperuza, sé que podemos, de la mano, como amigas y antiguas heroínas de cuento, tomarnos la revancha de tanta mentira y tanta amargura, nos lo merecemos ¿no crees?, y juntas, quién sabe, podamos hacer algo por todas esas niñas que todavía creen en los príncipes azules y en la vida edulcorada, sin pasión; por todas esas niñas que llevan el “no hables con extraños” hasta sus últimas consecuencias y no arriesgan a vivir para no ser heridas. Vamos a vivir Caperuza, vamos a dejar que nos hieran, y vamos a permitir también a las personas que merezcan la pena que nos laman las heridas.
¿Te atreves a ser visible de nuevo?...
Contéstame pronto querida amiga, y gracias, gracias y mil veces gracias por tu carta, tus palabras, tu confianza. Te quiero mucho amiga mía, y siento que entre las dos si queremos, podemos.
Con todo mi cariño, te abrazo,

La Bella Durmiente.

P.D.: ¿Te imaginas?, tanto tiempo sin escribir una carta, y ahora resulta que escribo hasta posdatas… ¡que vueltas da la vida Caperuza!...
P.D.2: Uy, a lo que iba, que me lío. Estaba pensando en cambiarme el nombre, porque la verdad es que eso de la Bella Durmiente ya no me pega nada, pero nada de nada, que quieres que te diga. ¿La Barbie Insomne?.. ¿qué te parece?... jajajajajaja… ay, amiga, cuánto hacía que no me reía así, ¡y lo bien que sienta!...
¡Besos, besos, besos!
P.D.3: Esta ya la escribo de pura mala leche… ¡joder! ¡coño! ¡cabrón! ¡mierda!... oye, que a gusto se queda una… jajaja, tranquila amiga, no voy a volverme una malhablada cualquiera, es sólo que a veces sienta de maravilla ¿no crees?...
P.D.4: Ah, y no tengas miedo Caperuza. Vamos a reírnos y a llorar mucho, ya lo verás, pero no te asustes. Vamos a probar, de una vez, de que va eso que los demás llaman vida. Con moralejas o sin ellas. Con un par.
¡Te quiero!

martes, 23 de febrero de 2010

Respuesta a un poeta

En mi papelera tengo

mails en cadena,

ignorando la mala suerte

que predican si las rompes.

Algún borrador

que se hizo grande

y buscó sombras nuevas

que le dieran cobijo.

Documentos que resultaron

no ser tan interesantes

como prometían sus expectativas,

y correos comerciales

de esos que te venden nada

a precio de todo

o, si te descuidas,

te alargan el pene (o te lo eliminan).


Pero nunca encontrarás

momentos capturados,

en color o en blanco y negro

en sepia o a retazos.


No hallarás secretos ni poemas,

en palabras propias o prestadas.

No seré yo, si puedo evitarlo,

quien tire la magia

por la papelera..


jueves, 28 de enero de 2010




Pues ahí las tienes Cordelia, las telas balinesas con las que me he roto la espalda... bueno, con ellas no, pobres, ha sido por ser una bruta y querer colocar el sofá y el colchón yo sola sin ayuda de nadie... ¿te gustan?..

La otra imagen es de la figurilla de madera que Chiqui compró al artesano que nos encontramos en el Monkey Forest, como os contaba en el tocho-mail que envié... Es el símbolo del infinito reprsentado por dos cuerpo que se abrazan.. (hay quien también ve un 69.. para gustos.. ) Para nosotros es símbolo de abrazo eterno, y nos gusta mucho!

Hoy he vuelto a chatear con el hada.. ¡bendito internet!.. nos hemos puesto nostálgicas recordando viejos tiempo, y nos hemos reído muchísimo.... es como recuperar un poco la cotidianidad perdida, y nos da energía y nos pone contentas..

Sigo doblada, pero me estoy drogando mucho y bien, y mañana espero estar mejor. Hoy he trabajado desde casa, currículum va y viene... ¡a ver si hay suerte!... ya te contaré..

Y otra vez, sí, otra vez... ¡besos goldos! :)